CULTURA

Con hilos y filigrana, Natalia Toledo honra a Juchitán

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REFORMA
Yanireth Israde

La poeta Natalia Toledo, cuyos versos remiten a su natal Juchitán, diseña también textiles y joyería que celebran a la cultura zapoteca. Los tradicionales totopos, por ejemplo, se convierten en aretes, anillos o pendientes, lo mismo que los camarones, los peces y los lagartos, mientras los nenúfares de las lagunas istmeñas o los árboles de anona enraizan en huipiles u otras prendas.

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Ladidoo/Piel de hilo, nombre que identifica estas creaciones, es también el título de la exposición que la escritora presenta a partir de este viernes, a las 18:00 horas, en el Centro Cultural San Pablo de la Ciudad de Oaxaca, con unas 70 piezas, en su mayoría textiles y un par de cuadernos que revelan estos diseños, trazados durante los trayectos en aviones o durante su estancia en hoteles, así como en su casa.

Desde pequeña, la autora de Olivo negro, Premio Nacional de Literatura Nezahualcóyotl 2004, intervino sus huipiles, y en lugar de la profusión de flores que distinguen a la típica prenda juchiteca, recurrió a los manjares de su mesa, y a la flora y fauna del terruño, sin olvidar a las moscas.

“Empecé a hacer los totopos que veía en la mesa de mi casa a la hora del desayuno, un poco reconstruyendo también mi infancia, porque nací en el barrio de los pescadores. Entonces empecé a hacer camarones y pescados en los huipiles y en las faldas y, poco a poco, en las fiestas tradicionales, mis amigas me pedían que les hiciera uno, y así comencé a diseñar”, relata en entrevista.
Sus diseños han incluido a moscas, valoradas en Juchitán, donde las replican en oro para insertarlas en las orejas de las niñas, como sus primeros aretes.

Toledo recuerda cuando, ya adulta, acudió a una residencia artística en Australia, con joyas de su autoría, entre ellas piezas con estos insectos. La esposa del rector de la universidad que la alojaba manifestó su repulsión, cuenta.

“‘¿Por qué no?’, pregunté. ‘En mi pueblo hay muchas’, le dije, ‘y las moscas son bien importantes para que nos pudramos'”.

La exposición del Centro Cultural San Pablo nace del encuentro de la artista con dos obras de botánica mexicana.

La primera es el Códice de la Cruz Badiano, un manuscrito con dibujos de herbolaria indígena del siglo 16, considerado como el texto más antiguo de medicina escrito en América y en el que se pueden identificar remedios curativos procedentes de las plantas, los animales y los minerales.

La otra obra que le sirvió de inspiración fue realizada por Fray Juan Caballero, un dominico que, en el siglo 18, dibujó las plantas de Oaxaca en una obra que tituló Dendrología natural y botanología americana, cuyo manuscrito se conserva en la Biblioteca Francisco de Burgoa de Oaxaca.

“Natalia Toledo”, escribe la historiadora de arte María Isabel Grañén Porrúa en la presentación de la muestra, “decidió hacer su propio códice de palabras entretejidas y lo nombró Ladidoo/Piel de hilo: sus dibujos cosidos, honran e innovan la tradición de su jardín interior. La dendrología de Natalia va más allá de las plantas, sus flores y sus frutos, porque su universo está en todo aquello que rodea a la cultura zapoteca.

“En sus tejidos hilvana paisajes íntimos y cielos luminosos, por eso no extraña que aparezca la zoología bordada que algún día soñó su padre (el pintor Francisco Toledo), a quien tanto amaba. En sus labores también se percibe la suavidad de los arrullos de su madre (Olga de Paz) mientras la cobijaba en sus brazos. Eso explica el porqué sus textiles llevan sutilmente un lenguaje de amor por todo aquello que le ha dado vida”.

‘Constelación Huarache’

El influjo de la poeta por el diseño se remonta a los tiempos en que su madre confeccionaba y bordaba indumentaria para otras mujeres y, por supuesto, para ella, que cuando nació ya tenía bordado su traje de gala y su ahogador de oro, joya tradicional de Juchitán hecha con monedas.

“Ese traje lo conservo. Está intacto. Cada que lo veo, digo: ‘¿Cómo pude entrar? ¿Cómo pude ser ese tamaño?'”.

Diseñar entonces la remite no solo a la infancia, sino que la engarza con su madre.

“Aprendí diversos oficios por mi madre; ella bordaba, entonces yo aprendí a bordar. Tuvo un taller de hamacas y también sé hacer hamacas y cocinó muchos años y también aprendí. De hecho, cuando vivió en la Ciudad de México, trabajó en el (Hospital Psiquiátrico) Fray Bernardino; era la mayora. Mi mamá era muy buena cocinando, mi abuela también: vengo de una estirpe de mujeres, mi ‘Constelación Huarache’, les llamo”.

Ladidoo, que significa Piel de hilo, está dedicada a ella, a la vez que evoca la iconografía de su padre.

“Toledo está impreso en mi piel, quieras o no; hay una mano, pero yo no dibujo como mi papá, ni un 5 por ciento, porque de sus manos salían animales de una línea, y rápido, parecía detener una piedra y, si la soltaba, todo caería. Entonces trabajaba de una manera muy rápida para no soltar la piedra, era como una ansiedad por trabajar, nunca dejó de hacerlo y a la larga hizo demasiado, y en varias técnicas”.

¿Cómo trabajas? ¿También sostienes una piedra?
Soy muy rápida. No sé si lo heredé, pero tengo el nervio por acabar algo rápido y querer verlo. Y como hago las cosas rápido, entonces ando persiguiendo a la gente con la que trabajo y les digo: “Ya, ya, ya”, porque ya lo quiero ver.

Ahora no sólo los ve, sino que los reúne como nunca antes, porque Ladidoo/Piel de hilo es la exposición de mayor aliento presentada hasta ahora con sus diseños.