OAXACA

Los invisibles que otros tiran

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Las ciudades, como los hombres, tienen sótanos. En ellos se amontona lo que estorba, lo que duele mirar, lo que huele a derrota. A veces son cuerpos. Otras, almas. Y en Oaxaca —donde aún huele a copal y a dignidad, a mezcal y rebeldía— el Gobierno decidió abrir las puertas de ese sótano y mirar de frente.
Porque mientras otros estados —Chiapas, Ciudad de México, Durango, Estado de México, Guerrero, Jalisco, Nuevo León, Puebla, Sinaloa, Tabasco, Tamaulipas, Tlaxcala, Veracruz— optan por la “limpia social” como quien barre la basura bajo la alfombra, Oaxaca recoge. Pregúntenle a cualquiera que sepa de estos asuntos, los mendigos no vuelan, los drogadictos no se teletransportan. Alguien los sube a un camión, les da un pan, les dice que “ya mero llegan” y los baja en otra esquina del país. A veces en el Istmo. A veces en la capital oaxaqueña.
Lo que sigue no es un cuento de Dickens ni una novela de Paco Taibo —aunque el hedor, el barro, la locura, la pólvora y la ternura se parecen mucho—, sino el saldo de un operativo conjunto entre el Gobierno de Oaxaca y el Ayuntamiento capitalino. No para desaparecer indigentes, sino para encontrarlos.
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Jesús Romero, secretario de Gobierno, lo dijo sin rodeos, sin filtros, como se dicen las cosas cuando uno ya está harto de tanta hipocresía institucional: “Nos los vienen a dejar. Nos los tiran. Como si fueran animales. Como si no fueran personas.”
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El operativo, lanzado como una ofensiva contra el abandono, detectó a 303 personas en situación de calle. No sombras, no cifras, no estorbos: personas. De ellas, un tercio —sí, un tercio— no eran de Oaxaca. Habían llegado de otros infiernos:
—19 desde Chiapas,
—otros 19 desde la gran urbe de concreto, la Ciudad de México,
—uno con frío norteño desde Durango,
—tres de las cloacas del Estado de México,
—siete más de Guerrero, con la tierra en los ojos,
—uno de Jalisco, que aún decía “ahorita” con ritmo de mariachi,
—otro de Nuevo León, más duro que el concreto,
—ocho poblanos, entre flemas y rezos,
—uno de Sinaloa, sin corridos ni gloria,
—uno de Tabasco, con el pantano aún en la piel,
—uno de Tamaulipas, con miedo callado,
—uno de Tlaxcala, sí, incluso de Tlaxcala,
—y nueve de Veracruz, cargando la lluvia y el ron en la mirada.
No es sólo geografía, es abandono exportado.
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Algunos, 283 para ser exactos, no tienen red familiar. Ningún primo. Ninguna madre que los busque. Nadie. Son cuerpos arrojados a la calle y rescatados por un gobierno que, por instrucción del gobernador Salomón Jara Cruz, subsidia su tratamiento y los mantiene en seguimiento médico, emocional, humano.
—“Todas, todas, absolutamente todas tuvieron un trato digno”, dijo Romero. En un país donde la dignidad suele ser un lujo.
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Los datos son metralla:

  • 121 personas, con enfermedades venéreas. Gonorrea, sífilis, VIH.
  • 258, dependientes de drogas duras. Cristal, principalmente.
  • 45, con alcoholismo crónico.
  • 3, con discapacidad psicosocial.
  • Una mujer, embarazada y adicta. Canalizada. Viva, de milagro.
  • 20 familias acompañadas. Algunas, sin dinero. Otras, con miedo. Algunas más, muy viejas para seguir cuidando hijos que ya no parecen suyos.
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    La Comisión de Búsqueda ha cruzado datos con el padrón nacional. Ya 347 huellas han sido recabadas. Se buscan nombres, historias, orígenes. Se busca que alguien los reclame no como escoria, sino como hermanos.
    De este operativo, sólo 17 personas han egresado. El resto sigue en proceso. Tres saldrán pronto. Y dos casos llaman la atención: cuidadores ancianos que no pueden más. Como si la vejez también tuviera que pagar los pecados de los hijos.
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    Y sí, hubo una muerte. Un hombre con esquizofrenia que se cayó, golpeó, murió. Hay video. Hay fotos. Pero no se harán públicas. “No vamos a revictimizarla”, sentenció Romero. No en un estado que intenta hacer las cosas distinto.
    Porque en Oaxaca no se limpia la calle tirando lo que duele a otro estado. Aquí se recogen los pedazos. Se intentan pegar. A veces no se puede. Pero se intenta. Contra todo. Contra todos.
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    El lunes, en la conferencia matutina del gobernador Salomón Jara Cruz, El funcionario puso los datos sobre la mesa como quien lanza cuchillos. No para herir, sino para cortar la venda de los ojos. El país está enfermo. Y su enfermedad más grave es el desprecio.
    Aquí, al menos, se está intentando curar. Aunque sangre. Aunque duela.
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    Redacción de Misael Sánchez Reportero de Agencia Oaxaca Mx

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